Animal cautivo

Hay que asumir que se es un animal, cautivo, entre los límites poco claros del espacio cibernético, universal, dudosamente real. Soy un animal... sólo tengo esa certeza y no me queda otra alternativa que escribir poesía para humanizarme. Tal vez debo decir solamente Escribir. Sé que no es la mejor manera para instalarse en un blog dispuesta a cazar espíritus. Pero tengo un hambre de pasión metafísica que convierte en Dios todo lo que toco.

lunes, octubre 11, 2010

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¿Final de un viaje?


Rodrigo Alejandro Sierra*



No quise hacerme ideas. Sólo fui. Últimamente he optado por esa estrategia para no sufrir decepciones. No esperar nada. Sólo vivir.

Debo haber llegado unos veinte minutos antes de la hora, pasé un rato mirando las calles, buscando la dirección. Recuerdo que tropecé cuando me inclinaba para cerciorarme de que era el lugar donde yo iba. Al frente había algo así como un instituto de danza, se veía mucha gente agolpada en la entrada, conversando en voz muy alta. Me sentí algo observado, así que agaché la cabeza. Cuando levanté la vista, vi el letrero que decía “Casa del Escritor”. Me había prometido a mí mismo averiguar qué era ese lugar antes de ir, quién y cuándo lo había fundado, qué se hacía allí. Pero no lo hice. Una vez más me fallaba a mí mismo.

Entré y vi un pizarrón con una consigna de apoyo a los presos mapuche que se encontraban en huelga de hambre. Eran días cargados de un aura extraña. Cada vez que comía pensaba en ellos. Y por lo visto no era el único. Pasé entre unas cortinas blancas, llegué al salón central de una casa antigua, de inmediato me dejé agradar por la arquitectura del lugar. Había un escenario con luces, dos entradas a otros salones, una escalera que giraba y terminaba en un segundo piso como un gran balcón, que rodeaba toda la primera planta. Las ventanas tenían vitrales que no alcanzaban a distinguirse bien, pues ya era tarde y estaba oscuro. El vitral junto a la escalera tenía una imagen que me pareció un ángel. Quizá sí lo era. Quizá fue que quise pensar que la imagen que me ha seguido gran parte de mi vida, también estaba allí para recibirme. Ahora sé que en el fondo, gran parte de lo que estoy relatando, puede haber estado dado por una moción interna, un gran deseo de que aquella fuera también mi casa.
Todo el primer piso estaba ordenado con filas de sillas en dirección al escenario. Había flores de la pluma (si es que no estoy equivocado) regadas por el piso y los asientos. El olor me impactó. Era una delicia violácea, una idea femenina, o hasta algo materna. Suelo pensar en mi madre.
Me senté en tercera fila. Observé a la gente. Vi a algunos con sombreros en la cabeza. Al parecer en la invitación decía algo sobre asistir con sombreros llamativos. De todos modos ya era demasiado tarde.

Luego de algunos minutos, se dio la bienvenida y se dio comienzo el evento. Se llamaba Aquelarre y era la cuarta versión. Me imaginaba qué tan descabellada podría ser una reunión de brujas. Más aún, qué hacía yo ahí.
Lo primero fue un joven que cantaba blues con una guitarra. Recuerdo que dijo que su intención era tornar el ambiente algo más “azul”. Me gusta pensar en mezclas de sentidos, la sinestesia es mi mejor aliada. Me gusta pensar en cosas que no existen. La voz del hombre se notaba un poco quebradiza. Me perdí en las palabras de su canción. No podría recitarla, pero me quedé con la sensación de un alma perdida por las calles de una ciudad, y un amor no correspondido. Algo así como el viaje que había realizado toda mi vida para llegar hasta ahí.
Después comenzó el recital de poesía. La verdad, me siento un poco mala persona, porque no retuve el nombre de ninguna de las poetisas ni del poeta que esa noche presentaron parte de su trabajo. Sólo retuve las emociones. De corazón espero que ese haya sido su objetivo, pues es también el mío cuando escribo poesía.

La primera poetisa me marcó con los sonidos. Tenía gran emoción en su escritura. Recuerdo notables onomatopeyas que no parecían salirse en absoluto del contexto de sus versos. Ha sido un recurso que jamás me he atrevido a utilizar. Transformó su poesía en una propuesta teatral, incluyó de alguna forma otra dimensión en su expresión, la vocalización se transformó en palabra, también aportaba información, también aportaba sentimiento. En su último poema, me impregnó un silencio oscuro en el pecho. Habló sobre su madre, sobre su madre muriendo. Entonces recordé mis brazos sosteniendo el cuerpo frío y pálido de mi madre. Recordé que soy un huérfano.
Ella misma llevó a cabo un conjuro: la “Queimada”, un brebaje lleno de simbolismo, reescritura de sus ingredientes en la mezcla final, un aporte de la naturaleza, cuyo objetivo final era apartar las malas vibras, atraer el amor a la vida. Se recitaba una especie de salmo. Encontré algunas alegorías a un ritual antiguo, por un momento pensé estar en una misa profana.
Quien continuó fue una joven poetisa. Recuerdo sus alusiones a culturas antiguas, a un sentimiento múltiple de soledad colectiva. Habló sobre naturaleza. Su creación era marcadamente femenina, ello llamó mucho mi atención. Joven y clara, sus palabras eran las de madurez tras la experiencia, pero una experiencia aún muy reciente.
Después vino la lectura del Ars Poétique, de Rodrigo Lira, en clara alusión al poema del mismo nombre de Vicente Huidobro, la clara manifestación del creacionismo. Rodrigo Lira tomó la obra de Huidobro y la transformó, la reconstruyó en la manifestación más actual de la vida perdida en la urbanidad, un sinsentido temible, esperando tras la puerta a la calle. Refiriéndose al mismo tema, dijo algo nuevo, cargado de humor negro e ironía.
A ello, le siguió el “encantador” de la noche, el único hombre invitado a exponer su obra entre las poetisas. Hubo una gran reiteración de la soledad urbana y la muerte de la madre. Es extraño pensar en palabras que se acercaran tanto a lo que ha sido mi vida en el último tiempo.

Por último, recitó una poetisa mayor, con un aire maternal imposible de ignorar. Relató en verso la historia de Juana de Arco, puesta en sus palabras, en un gran replanteamiento de su rol en la historia, una nueva visión de su persona, un relato ya contado, esta vez con un ángulo nuevo, siempre con el énfasis en la empatía entre la mujer hablante y Juana, una conexión de entendimiento femenino. También habló sobre París, trajo a Chile sus olores y colores, construyó una ciudad nueva en su poema, teñida de su nostalgia y su cariño.

En varios momentos durante el evento, desde el segundo piso, caían pétalos de rosa, blancos, rojos, rosados. Fue un baño de flores, una tinción del aire que nos rodeaba, como si ya no hubiese estado suficientemente enrarecido. Vi flotar violeta, miel, humo de lirios, blancos, turquesa, celeste, azul. Viví tristeza y erotismo, melancolía, una historia ajena y mi propia historia. Y luego pensé que todo había sido una gran sinestesia, una gran reescritura. Porque al final la sinestesia es la reescritura de una vivencia, de un sentimiento, de una sensación, algo de otra dimensión, que aterriza y se materializa sobre un texto en el papel. Pero de ser así, toda escritura sería en realidad una re-escritura, una transformación de sentimiento en palabra, algo que nuestra alma ya había escrito, y ahora quiere ser puesto en un concepto ante nuestros ojos. Si esa base es común entre nosotros, ¿cómo inventar nuevos sentimientos?, ¿cómo pintar con colores que no existen, que nuestros ojos no ven?, ¿cómo componer con frecuencias inaudibles?

Esa tarde tuve un sentimiento de arraigo espontáneo pocas veces visto en mí, dada la permanente extranjería de mi propia existencia. Quise volver. Quiero volver. Aún no lo hago, pero pronto lo haré.

Septiembre 2010



Rodrigo Alejandro Sierra Rosales
Escuela de Medicina
Pontificia Universidad Católica de Chile

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6 Voces dicen:

Blogger lichazul Dice...

que buena construcción cronológica de aquel aquelarre
felicitaciones...un relato con atmósfera y ritmo que no cansa

además de calidas palabras para quienes fueron protagonistas esa noche mágica

besitos de luz
buena semana
el jueves nos vemos en el Fawuaz

lunes, octubre 11, 2010 9:03:00 p. m.  
Anonymous Lila Magritte Dice...

Es cierto, parece que fuéramos parte del itinerario y luego estuviésemos sentados en la tercera fila, envueltos por la magia poética y seducidos por el aroma de la flor de la pluma.

Tenemos muy buenos escritores tomando notas de todo lo que ocurre por allá.

Saludos y abrazos, querida Elisa.

lunes, octubre 11, 2010 9:08:00 p. m.  
Anonymous Cymor Dice...

Qué maravilla!!!!a la distancia pude entrar en vuestro Aquelarre.
Felicitaciones!!!!

lunes, octubre 11, 2010 11:45:00 p. m.  
Anonymous Anónimo Dice...

Buen trabajo porque se nota que el cronista estuvo atento a cada detalle para retenerlo y poder describirlo después, si hasta los aromas y sonidos tienen importancia. La emoción se contagia, es hermoso.

sábado, octubre 16, 2010 9:13:00 p. m.  
Blogger fgiucich Dice...

Crónica perfecta de una tarde inolvidable. Abrazos.

domingo, octubre 17, 2010 8:43:00 a. m.  
Blogger Unknown Dice...

Muy bien narrada la experiencia de Rodrigo. Con una voz calma, sin estridencias, hace revivir cada instante del último aquelarre comprobando que...cuando la esencia de quien observa es bella...todo el entorno se impregna de aquello y, maravillosamente, esto también se puede aplicar a la inversa.

Saludos Rodrigo, y a ti Lila, a la distancia.

lunes, octubre 18, 2010 10:20:00 p. m.  

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